miércoles, 29 de agosto de 2007

¡ SE DESTAPO LA HOYA !

Que diran ahora los de la multinacional ,ahora entendemos por que se quieren apropiar de nuestros territorios ancestrales , es que tanta fastuosidad y lujos ,no se pueden manener solo con lo que produce el carbon .

Incautan en la Alta Guajira 368 kilos de cocaína en dos buques con destino a europa.

Riohacha.

Buzos del Departamento de Buceo y Salvamento de la Base Naval ARC Bolívar, hallaron la droga que estaba meticulosamente adherida en la parte externa de los cascos de las embarcaciones.

La cocaína de alta pureza fue detectada por unidades de Guardacostas del Caribe en desarrollo de operaciones de registro y control a las naves que transitan por la Alta Guajira.

La droga hallada en tulas impermeables se encontraban en el buque ‘Anangel - Odyssey’, donde los buzos encontraron cuatro tulas que contenían 197,5 kilos de cocaína; en el segundo buque, de nombre ‘Yong - An II’, se encontraron 5 tulas más con 170,5 kilos de cocaína.

En la operación no hubo capturados y la droga fue puesta a disposición de la Fiscalía Seccional Riohacha.

Las costas de la Alta Guajira y las extensas salinetas son utilizadas como puntos clandestinos para el envió de narcóticos en lanchas rápidas y pequeñas aeronaves, que logran burlan los controles de las autoridades.

En los últimos años los controles por tierra, agua y aire en la Alta Guajira han sido reforzados, lo que ha neutralizado el accionar de las bandas de narcotráfico que utilizan a este departamento como despensa y punto de envió de cocaína y marihuana.

Igualmente las labores de intelig encia que de manera conjunta realizan el Ejercito y la Policía Nacional, así como la Fiscalía y el DAS, han permitido capturas y desmantelamiento de bandas dedicadas al cultivo, preparación y trafico de estupefacientes.


jueves, 23 de agosto de 2007

BAHIA PORTETE Y SUS MUERTOS SIEMPRE LOS RECORDAMOS

El drama del orgulloso pueblo wayúu


18 de junio de 2007, 08:35
María Teresa RonderosBogotá, Colombia
AFP

Niños wayúu colombianos juegan con restos de camiones-tanque incendiados en Maicao, cerca de la frontera con Venezuela.
En los territorios desérticos del norte, en la península de la Guajira, donde Colombia y Venezuela se encuentran, vivió tranquilo y soberano el pueblo wayúu desde muchos años antes que vinieran los españoles a América. Resistió la conquista de ellos y de los colonos criollos. Más recientemente, cuando la guerrilla comenzó a rondar sus tierras, también logró mantenerla a raya. Fue así hasta hace un lustro. Hombres altivos, mujeres bellas, matronas que definen el linaje familiar y hábiles artesanas de tejidos finos, la mayoría de sus 70 mil habitantes del lado colombiano (porque con los wayuú venezolanos suman 300 mil) son pobres y honrados. Algunos de los jefes de clanes familiares eran ricos y contrabandistas de tradición.
Desde 2002, la historia wayúu se partió en dos. Llegaron a la región los paramilitares, con el jactancioso nombre de Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) bordado en sus uniformes. Ellos los humillaron, los engañaron, les quebraron el alma y se erigieron en los amos de sus territorios.
No era que los wayúu fueran exactamente clanes pacíficos. No. Eran guerreros. Sus jefes vivían armados, se dedicaban a traer whisky y cigarrillos de contrabando y, más recientemente, unos cuantos estaban metidos en el negocio de la exportación de cocaína. A veces se desataban guerras entre algunos de sus 22 clanes que dejaban varios muertos. Pero no se rompían los códigos de la tradición: no se matan mujeres ni niños, no se matan ancianos, no se mata sin razón. Por eso La Guajira, desértica en la parte alta, verde en la media, con carbón de sobra (tiene la mina a cielo abierto más grande del mundo) y gas a montones, era uno de los departamentos colombianos donde menos sangre había corrido en este último medio siglo tan doloroso para este país.
Todo eso cambió. Primero llegaron unos pocos hombres del jefe paramilitar del vecino departamento del César, apodado Jorge 40, y mataron a dos policías aduaneros y al hijo de un jefe wayúu de Maicao (otrora el centro del contrabando nacional). Era su anuncio de que llegaban para quedarse. Mario Cote, uno de los más escuchados jefes wayúu, presintió lo que se les venía encima. Cote controlaba la mercancía que llegaba de los puertos y tenía acuerdos con los "turcos" de Maicao para sus negocios ilegales. Cuenta una pariente suya que reunió a los jefes de los clanes y les dijo: "No nos hemos dejado de nadie en 500 años, no nos vamos a dejar ahora". Sellaron la unión, se armaron y salieron a combatir a los paras. Dicen que alcanzaron a matarles unos cuantos hombres.
No debieron siquiera imaginar las consecuencias de su provocación. Las Auc corrompieron a algunos wayúu con camionetas y armas nuevas, a otros los enfrentaron. Aunque hay versiones contradictorias, se dice que para destruir el ánimo que les infundió Mario Cote, les tendieron una trampa. Jorge 40 invitó a Cote a un encuentro para negociar. Cote cargó 18 botellas de whisky y 100 millones de pesos en su camioneta, por si había trato, y salió a su cita en las tierras del jefe de las Auc. Lo encontraron días después maniatado de pies y manos, con un tiro de gracia en la cabeza. Le siguieron más muertes de otros jefes wayúu rebeldes que no se habían querido someter al nuevo patrón: los que dirigían el contrabando y coordinadores de los pequeños puertos sobre el Caribe a donde llegaban los barcos contrabandistas. A otros los sacaron huyendo o los entregaron a la justicia. Con sus respetados jefes muertos, muchos wayúu buscaron aliarse con los paras. Ningún pescador ni lanchero podía trabajar sin pagarles a las Auc alguna extorsión.
Entonces se desató el diablo. El 18 de abril de 2004 unos 200 paramilitares llegaron a la Alta Guajira, después de cuatro horas de atravesar el desierto. Irrumpieron en los pueblitos sobre el mar en la zona de Bahía Portete. Saquearon rancherías, asesinaron mujeres, quemaron niños vivos, decapitaron ancianos, se robaron las "tumas" o piedras sagradas de trueque, destruyeron la posta médica. Ni siquiera dejaron en paz a los espíritus, pues profanaron el cementerio. Al final de su pavoroso recorrido, quedaron 12 indígenas asesinados -entre ellos, Margarita Epinayú de 75 años-, 33 desaparecidos y más de 1.000 wayúu forzados al exilio. Unos corrieron despavoridos hasta Maracaibo (Venezuela); otros, a los pueblos más grandes de la Guajira.
Por esos días las wayúu vieron llorar a los hombres más rudos. Desde que se volvieron señores de esos desiertos, los paramilitares han cosechado enormes ganancias. El viejo contrabando de electrodomésticos y whisky se redujo a nada; el tráfico de drogas, en cambio, floreció. Se hicieron al negocio del contrabando de gasolina desde Venezuela, donde el combustible cuesta once veces menos que en Colombia. Se apoderaron del control de la cooperativa wayúu que tenía permiso oficial para vender gasolina del lado colombiano a precios más baratos. Los más cautos calculan que ese comercio les produce 250 mil dólares diarios de utilidad.
Mantener el imperio de tan jugosos negocios cuesta sangre. Por eso las muertes no han cesado. Van 200 wayúu asesinados en los cinco años de dominio paramilitar. Vino la desmovilización de los hombres de Jorge 40 en marzo de 2006. Pero los paras de allá arriba en la Guajira, que siempre respondieron a su mando, nunca se dejaron sus armas. El sanguinario comandante Pedro de las Auc -que "cuida" los puertos- sigue ahí.
A pesar del miedo, los wayúu están saliendo de su marasmo y empezando a hacer sentir su clamor. Mujeres valientes de la Alta y Media Guajira se han organizado para recuperar lo suyo, no con armas ni con guerras, sino atreviéndose a contarle al mundo lo que les pasa, exigiendo protección, denunciando. Que su pueblo no resiste más violencia, que los 320 refugiados en Maracaibo quieren volver y no pueden, que necesitan que las autoridades hagan lo suyo y destierren al demonio que anda suelto en sus arenas, para poder volver ser el pueblo autónomo y orgulloso que fueron por centurias.
Terra Magazine

martes, 7 de agosto de 2007

ALTA GUAJIRA DOMINIO PARAMILITAR Y NARCOTRAFICO

Encuentran en La Guajira narco submarino
con capacidad para 10 toneladas de droga


Bogotá.

El sumergible de fabricación artesanal fue hallado por la Fuerza Naval del Caribe en una aislada zona del departamento de La Guajira. El aparato de color azul, de unos 20 metros de eslora y cinco de manga, estaba equipado con dos propulsores diesel, timón hidráulico, sistema de comunicaciones, una torreta y construido en fibra de vidrio, indicó un comunicado de la Armada, divulgado ayer por la noche.
La motonave, con líneas aerodinámicas, fue descubierta camuflada a la sombra de árboles y junto a ella había una estructura metálica para su transporte.
El pequeño submarino estaba ubicado a unos 10 kilómetros de aguas del Caribe, "desde donde presuntamente sería utilizado para transportar narcóticos hacia el exterior", dijo el informe naval.
El hallazgo se produjo entre las poblaciones de Nazareth y Puerto Estrella, en el punto más septentrional del país.
No se indicó si fue hallada droga o vestigios de la misma en el sumergible, ni de capturas en el árido sector donde fue hallado.
En julio pasado, la Fuerza Naval del Pacífico logró decomisar otro sumergible, pero con capacidad para el transporte de cuatro toneladas de droga en el departamento del Chocó.
Durante el procedimiento fueron arrestadas cuatro personas.

lunes, 6 de agosto de 2007

MUJERES SIEMPRE ESTARAN VIVAS


ALGUNA VEZ EXISTIÓ PORTETE
Por:JAIME DE LA HOZ SIMANCA

Según el censo de miembros de la etnia que estudian en la Universidad del Zulia, en Venezuela viven refugiadas más de 600 personas que habitaban Bahía Portete, en el desierto de La Guajira
Ana Epinayu limpia sus lágrimas cuando recuerda el momento en que a su sobrina Margoth Ballesteros Epiayu, después de asesinarla a tiros, la sentaron en una silla de mimbre y la decapitaron de un tajo. Y sólo le queda un último aliento para completar la descripción de la macabra escena: la cabeza sangrante fue tomada por los cabellos y puesta en lo alto de un cactus sembrado frente a la enrramada de su casa. Fue la última acción de un día de horror que comenzó a las once de la mañana del domingo 18 de abril de 2004 y se prolongó más allá del medio día. Semanas después comenzó el éxodo de centenares de indígenas de la etnia Wayúu.Ana, sobreviviente de aquella masacre en la que el número de muertos llegó a doce, fue una de las primeras personas que abandonó Portete, el lugar donde nació hace más de sesenta años. Regresó a los seis meses y encontró un pueblo desolado, habitado apenas por un puñado de valientes mujeres que, en medio del dolor, trataban de olvidar el espantoso día.Dice que se le acabó la alegría, que no ha vuelto a sonreír y que desde hace cuatro meses no ha visto en su casa a nadie distinto que a su hijo Daniel Epinayu, y a Doris Arends y Joisith Sánchez, las maestras de una escuela en ruinas en la que todos los días se reúnen los pocos niños que aún quedan.También afirma que le duele cuando algunos miembros de su clan todavía le reclaman que esté viva. Ellos piensan que, de alguna manera, Ana fue cómplice de un grupo de paramilitares que llegaron a Portete en varios vehículos, vestidos con camuflados del ejército, con la intención de exterminarlos a todos y apoderarse del puerto natural por donde empezaban a exportar cocaína y recibir el contrabando de mercancías que llegaba de Panamá, Curazao y Bahamas."Mataron a Rosa Uriana y a Rubén Epinayuu delante de todos. Las jovencitas que no pudieron esconderse aparecieron violadas, pero de Reina Fince Pushaina y Diva Fince Epinayuu no se supo nunca nada. Se llevaron a muchos que tampoco han vuelto. Yo volví para morir en mi pueblo, aunque hubiera preferido que me atravesaran cuando pusieron la bayoneta en mi pecho", explica.Cuatro 'paras' la tiraron junto al telar multicolor que acababa de tejer y comenzaron a indagarle por sus familiares. Preguntaron por los hombres, interrogaron por el lugar donde habían ido a esconderse las mujeres y amenazaron con matarla, al igual que a los niños. Ella evitó pronunciar palabra. Sólo abrió sus ojos asombrados al ver los otros ojos muertos que parecían mirarla desde la punta del cactus; y los desorbitó más al observar, a pocos metros de distancia, el cadáver de Diva Fince, a quien había designado para que le cerrara los ojos cuando la sorprendiera la muerte en la última etapa de su vejez. Pero la muerte sorprendió primero a Diva aquel domingo sangriento cruzado por machetes, balas y motosierras.Ana Epinayu nunca había visto asesinada a una mujer de su etnia. La feminidad, en la cultura Wayúu, representa un símbolo sagrado, una especie de culto y veneración que la pone a salvo de los conflictos que en ocasiones han medido la dimensión de la sangre entre diversos clanes enfrentados a muerte. Por eso dice que le duele aquí en el alma, junto al corazón. Porque los 'paras' masacraron también a Gintüi Epinayu, Diva, Reina, Margoth, Rosa, Diana y Margarita. Ha sido, según Ana, una de las mayores afrentas para los Wayúu, a lo largo de su historia.Por eso, Daniel Epinayu, hijo de Ana, prefiere contestar con monosílabos y repetir, en un español apenas inteligible, que ya todo pasó, que ojalá vuelvan los suyos, los que se fueron a Maracaibo. Él es otro de los sobrevivientes de la masacre y siente pena por ello: baja la cabeza y aprieta las manos contra sus rodillas. Aida, palabrera de la etnia y quien hizo las veces de traductora del wayuunaiki al español en el diálogo con Ana, afirma que los hombres de Portete, en el lugar donde se encuentren, aún se sienten avergonzados por no poder evitar la tragedia. Es una impotencia que Daniel refleja ahora, poco antes de terminar la visita que cada semana cumple a su madre como si se tratara de un ritual de vida.¿DÓNDE ESTÁ PORTETE?Las pocas casas que quedan en Portete están desperdigadas en el desierto, al final de varios senderos que, vistos desde arriba, conforman un minúsculo laberinto. Son rancherías centenarias, de arquitectura simple, que aparecen de pronto cuando el camino se abre como un playón inhóspito y árido, atravesado por silbidos nocturnos y olea-das de viento y polvo.A golpe de vista, aparecen los rectángulos de bahareque y barro apelmazado que antes de la matanza estuvieron reforzados con varas de yotojoro. Los techos resquebrajados en forma de pirámides ya no amortiguan los rayos del sol ni las gotas de una escasa lluvia que cae desde el comienzo de los siglos. Casi al final se ve una enrramada que fue, hace menos de un lustro, punto de encuentros y desencuentros, sitio de esparcimiento y lugar de fiestas y sueños de visitantes.Las rancherías fueron las viviendas de una parte de esta etnia Wayúu de antiguas raíces culturales, pero abandonadas hoy y remecidas desde sus cimientos por el viento que sopla del norte y sobrevuela los promontorios de sal antes de morir en el mar. Están solas: otras aparecen al lado de pequeños cauces de lagunas sin agua, con puertas deformadas y sostenidas apenas con troncos leñosos carcomidos por los años. Portete ya no existe. Antes del 18 de abril de 2004 era un pueblo de más de setecientos habitantes que, junto a Puerto Nuevo y Guarrao, formaba parte de Bahía Portete, corregimiento perteneciente al municipio de Uribia. Ahora es la sombra de una aldea de rancherías deshabitadas que poco a poco se desmoronan en medio de un silencio largo. Dicen que todavía habitan medio centenar de mujeres y decenas de niños en las chozas que están cerca de lo que antes fue un puerto de entradas y salidas. Dicen también que están ahí, pero que tienen miedo, incluso, de los camuflados amarillos del desierto que viven en casuchas militares instaladas después de la masacre. Y dicen, además, que se esconden del 'comandante Pablo', un paramilitar al servicio de 'Jorge 40' que se mueve por los lados de la serranía de Jarara.Estos niños de ojos rasgados que avanzan a lomo de mula y miran con desconfianza, podrán comprender, cuando la razón les asista, el misterio de los huesos desenterrados de los difuntos en su segundo velorio, o el llanto de madres y esposas abrazadas un domingo cualquiera al suplicio de las cruces de barro que se yerguen sobre los restos de los hijos y maridos asesinados en la incursión paramilitar.EL 'COMANDANTE PABLO'Ana afirma que ella volvió por lo que ya dijo, pero también por las promesas del Gobierno. Entonces recuerda que en mitad del dolor colectivo, meses después de la tragedia en su etnia, el vicepresidente Francisco Santos estuvo en Riohacha y posteriormente se trasladó a la Alta Guajira para hacer promesas que aún no se cumplen."Él quiso que bailáramos la yonna dizque para alejar los malos espíritus, pero nosotros estábamos de luto. Trajeron indígenas de otras partes para mostrar que lo que había pasado aquí no era grave", anota.Doris y Joisith revelan su asombro al escuchar el tamaño de las confesiones. Hace algunos meses llegaron de quién sabe dónde para reiniciar las clases con los párvulos que aparecen puntuales, todas las tardes, en una improvisada choza de indígenas que abandonaron el pueblo para siempre después de sobrevivir a la masacre. Ahora, las dos maestras, marchan para dictar las clases del día; Daniel, por su parte, se ha ido con su vergüenza marchita; Ana trata de espantar, frente al telar de colores vivos, los amargos recuerdos revividos hace poco durante más de dos horas. Y Portete sigue diluyéndose, desapareciendo en medio del sol y las areniscas doradas del desierto, mientras allá arriba, en Jarara —advierte Aida—, tal vez el 'comandante Pablo' esté planeando otra masacre junto a sus 'Águilas Negras'.AIDA, LA PALABRERALos palabreros son una institución sagrada entre los Wayúu. Según la leyenda, el primero fue Utta, ave mítica de plumaje ocre y pico recto que dictó las primeras leyes que garantizaron el orden y la convivencia entre clanes conformados en espiral y unidos por lazos genealógicos. Luego surgieron los de carne y hueso, con la virtud de un verbo tranquilo que se disemina en el desierto de dunas y árboles secos; sin picos ni plumajes, asistidos por el ángel de la palabra que se encadena y expande al vaivén de argumentos convincentes.Aida Cuaq Iguarán es una de las pocas palabreras que quedan en la etnia. Su vida transcurre entre la Alta Guajira y la ciudad de Riohacha, facilitando las reparaciones de las ofensas y brindando su apoyo mediante el poder de la palabra. Habla wayuunaiki, lengua nativa, y español.
Dos preguntas fueron suficientes para que rindiera honores a su oficio:
¿Cómo explica esto?- Casi todo lo he dicho con mi llanto. Con estas palabras quiero rendir un homenaje a la memoria de las mujeres de mi etnia, cuyos nombres ya se conocen. También a los hombres 'picados' y baleados sin misericordia: Rubén Epinayu, Nicolás Barros Ballesteros, Arturo Epiayu, Alberto y Robert Everts Fince. Dicen que otros se fueron a Maracaibo, pero creo que están desaparecidos. En Portete murieron niños, ancianos y mujeres. En una sola fosa, hacia Sukaramana, encontraron 16 cadáveres después de la masacre y no entiendo cómo el Estado nos ha ignorado en estos eventos de Justicia y Paz.¿Y en cuánto al impacto?-Me llevé a Riohacha a una ahijada que sobrevivió a la masacre. Lo vio todo y todavía está traumatizada. Sólo habla con mujeres porque le tiene pánico a los hombres, especialmente a los de tez blanca. Nunca en la etnia Wayúu había sucedido semejante barbarie, pues siempre se evitó el conflicto a través del diálogo y las indemnizaciones por la falta cometida. Nos quieren acabar.¿QUIÉNES FUERON?Según algunos miembros representativos de la etnia Wayúu, todo comenzó cuando a José María Ipuana se le metieron en el cuerpo los malos espíritus. Ipuana es el mismo José María Epinayu, conocido como 'Chema Bala' y quien aparece en su cédula venezolana con el nombre de José María Barros. Él quedó con el control de uno de los pocos muelles de Bahía Portete después de que su mamá lo designara como administrador.La muerte de dos de sus primos fue abriendo unas viejas heridas que nunca terminaron de cicatrizar. Cuando le 'mandaron la palabra' —acto ceremonial para iniciar el proceso de reparación— 'Chema' aceptó los crímenes y pagó por ellos. El mal estaba hecho. Así, los conflictos continuaron hasta que 'Chema Bala' estableció alianza con los hombres del Bloque Norte de 'Jorge 40'.Poco a poco el paramilitarismo se fue extendiendo por la península de La Guajira, cubriendo zonas y alargando sus tentáculos. En un momento, pisaron las tierras resquebrajadas y secas del desierto. Primero fueron tres muertes selectivas en Puerto Nuevo, a principios de 2004. En abril del mismo año se produjo la masacre y el desalojo en Portete. Y el 16 de mayo del mismo año mataron en la ranchería Halapalichi a Amable Epinayuu, anciano de 82 años y uno de los últimos testigos de la masacre del 18 de abril.Mientras 'Chema Bala' era detenido y trasladado a Bogotá el 10 de octubre de 2004, los 'paras' del Bloque Norte terminaban de copar la región desértica de la península después de asegurar el control en el sur de La Guajira; Maicao y Carraipía, donde también asesinaron a placer para controlar el negocio del contrabando de gasolina.Las recientes desmovilizaciones, según Aida Cuaq, no han traído la quietud. Entonces repite el refrán de moda: "se fueron las abejas de los paracos, pero llegaron las águilas, que vuelan más alto". Una en especial es temida en estos momentos por la fama negra que la envuelve: el 'comandante Pablo', quien tal vez en este instante descansa en Poropo antes de llegar con sus hombres a la serranía de Jarara.Tomado de:

viernes, 3 de agosto de 2007

POR UN FUTURO MAS HUMANO Y QUE CESE LA IMPUNIDAD DE NUESTROS MARTILES."


EL PUEBLO WAYUU PIDE VERDAD Y CASTIGO


La esperanza la tendremos todos para lograr que algun dia nuestros muertos descancen en paz y aquellos que buscamos a los desaparecidos los encontremos para darle el descanso que se merecen por el sufrimiento y el dolor de sus almas perdidas.

Debora Barros Fince.
Lidereza Wayuu.

LA COMUNIDAD DESPLAZADA EN MARACAIBO ESTA DE LUTO.





CON TRISTEZA Y DOLOR MERCEDITA EPINAYU NOS ABANDONA.





Mercedita Epinayu, era una de las sobreviviente de la masacre de Bahia Portete, donde se encontraba desplazada en maracaibo hace tres año, siempre con la esperanza de volver pronto a su tierra ancestral donde los PARAMILITARES asesinaron a su familia, desplazandolos por el terror vivido el 18 de abril del 2004.
hoy su familia pide al ESTADO COLOMBIANO que los Paramilitares abandonen sus tierras para volver nuevamente y no seguir muriendo en otro territorio ajeno al nuestro.


Este proceso de lucha seguira con todas las fuerza para lograr que algun dia los responsable de estos hechos pagen por todo el daño causado antes y ahora a estas familias que nunca se imagino vivir en su desierto la llegada de una plaga maligna a destruirlo culturalmente, irrespetando a sus mujeres, niños, jovenes que hoy el Pueblo Wayuu de alta guajira enfrenta y seguira enfrentando hasta conocer la verdad y encontrar a sus familiares desaparecidos por la plaga de paramilitarismo.

Kalaila.