Luego de pernoctar en Valledupar inicié mi viaje hacia la Península de la Guajira. El verde paisaje que había apreciado desde que dejé Santa Marta se fue transformando en uno desértico a medida que avanzábamos por una carretera en reconstrucción.
Al acercarnos a Riohacha, la capital de la provincia de la Guajira, me comuniqué telefónicamente con Débora Barros Fince, la coordinadora de la organización Mujeres Tejiendo Paz, quien me respondió desde el hospital donde acababa de dar a luz. Con ella se encontraban sus compañeras del grupo, entre ellas Telemina Barros Fince, encargada del tema de género, y Betty Granadillo.
Las mujeres wayuu son tejedoras en sentido simbólico y material. Es alrededor de ellas que este pueblo indígena teje las relaciones grupales, su línea de descendencia y la pertenencia a un clan. También son diestras tejedoras de chinchorros y mochilas, patrimonio material y motivo de prestigio wayuu. Pero fue en abril de 2004 cuando se dieron a otro tejido, uno más complejo y más riesgoso: el tejido de la paz.
La génesis de Mujeres tejiendo Paz
Inmediatamente me puse en marcha para encontrarme con Telemina y Betty. Caminando por el paseo que corre paralelo al mar Caribe me crucé con muchas mujeres wayuu, algunas luciendo la tradicional manta o wayuusheín y otras vistiendo a la usanza occidental, pero todas orgullosas de ser mujeres, como quiera que son ellas quienes en no pocas oportunidades han representado al pueblo wayuu.
Telemina, una mujer de unos 35 años, tiene tanto de belleza como de coraje. Ella hizo parte de las mujeres que enterraron a las víctimas de la masacre de Bahía Portete (Alta Guajira), perpetrada el 18 de abril de 2004 por paramilitares, y luego lideró el grupo que fue al tribunal de Barranquilla a preguntarle cara a cara al jefe paramilitar ‘Jorge 40’ por esos asesinatos, pese a las amenazas que existían contra su vida.
En efecto, el 18 de abril de 2004, cerca de 600 mil habitantes de Bahía Portete se levantarían con la luz del sol, pero una hora después, la oscuridad ensombrecería sus vidas para siempre. Hacia las siete de la mañana, un grupo de paramilitares autodenominados Frente Contrainsurgencia Wayuu, del bloque norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, con apoyo de integrantes del batallón de Cartagena del Ejército Nacional y de algunos miembros de la etnia wayuu, perpetraron acciones brutales que concluyeron con el asesinato de Rosa Fince Uriana, Margoth Epinayú y Rubén Epinayú; y la desaparición de Diana Fince Uriana y Reina Fince Pushaina. Además fue encontrado un cuerpo calcinado. Como consecuencia, prácticamente todos sus pobladores huyeron hacia Venezuela a buscar refugio con sus hermanos de raza.
Sin embargo, cuando se produjo la masacre ni los medios de comunicación la registraron, sólo lo hicieron semanas después. Estos hechos habrían quedado en el olvido y la impunidad si no fuera por la valentía de las mujeres wayuu.
Y es que las hermanas Débora y Telemina, luego de secar las lágrimas por la pérdida de sus familiares, se agruparon con otras mujeres para crear la organización Mujeres Tejiendo Paz, o Wayuu Munsurat, donde la lana de chivo viene siendo la revelación de la verdad y el telar, la unión con otras mujeres.
¨La organización Wayuu Munsurat ha venido realizado un trabajo de visibilizar la violación de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos indígenas, no ha sido fácil estar en los diferentes escenarios por lo que siempre existe mucho riesgo¨, explica Telemina, cuyo espíritu ha resistido esta calamidad sin dejar huellas de dolor en su rostro, ni rastro de temor en su actitud.
¨En 2009 nos convertimos en una de las fundadoras de la organización binacional de mujeres wayuu, con el fin de seguir trabajando más unidas con las integrantes del pueblo wayuu en el territorio de la Guajira venezolana y así seguir difundiendo nuestros derechos y luchando por ellos¨, agrega Betty, una joven y decidida wayuu.
La masacre no se quedó en el olvido y tampoco en la impunidad. De hecho, ya fue objeto de investigación por parte del grupo de memoria histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, y en el ámbito judicial hay dos victimarios condenados y otros enfrentando procesos.
Crónica de una masacre anunciada
La presencia de los paramilitares en la zona y su interés por controlar el puerto de Bahía Portete- ruta del narcotráfico y el contrabando-, no eran desconocidos. Por el contrario, estas pretensiones habían suscitado el rechazo de algunos sectores de la comunidad wayuu, en particular de la Asociación Indígena de Autoridades Tradicionales de Bahía Portete, de la cual Margoth Fince era líder.
Su hijo, Vicente Gutiérrez, contó a un medio de comunicación que él sabía que venían los paramilitares y que le advirtió a su madre, pero que ella –de 70 años- le dijo que era más importante que se salvaran los jóvenes.
Tres días antes de la masacre, Débora Barros Fince, quien se desempañaba como inspectora de Policía de Uribia –la capital wayuu- advirtiendo la amenaza paramilitar, avisó a las Fuerzas Armadas sobre el inminente peligro. No obstante, no recibió apoyo.
El informe de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación asegura que hubo negligencia institucional. Además indica que los paramilitares llegaron en dos carros, uno particular y otro del Ejército Nacional; y que la víspera de la masacre, un sargento del Batallón Cartagena transportó al grupo de paramilitares hasta la ranchería de José María Barros, alias ‘Chema Bala’, en la Alta Guajira.
¨La masacre de Bahía Portete: Mujeres en la Mira¨, como se titula el informe de dicha Comisión, no sólo reconstruye los hechos del 18 de abril ¨cuando paramilitares torturan y asesinan a por lo menos seis personas, cuatro de ellas mujeres, profanan el cementerio, saquean y queman varias casas, generando el desplazamiento forzado de 600 indígenas wayuu¨, sino que también da cuenta de las múltiples formas de agresión sexual contra las mujeres.
“Rompieron la ley indígena de que en una disputa las mujeres wayuu no se tocan. Y es que tocar violentamente a una mujer, si bien no la matan físicamente, sí la matan por dentro”, comentó Betty.
La brutalidad de las torturas y de la violencia sexual ejercida es evidencia de que los paramilitares buscaban amedrentar a las mujeres liderezas, herir el honor de los hombres wayuu y sembrar el terror en toda la comunidad.
Miedo si suscitó, pero las mujeres no se amilanaron.
Accediendo a la justicia
El informe de la Comisión estableció que la masacre fue planeada y coordinada por Rodrigo Tovar Pupo alias ‘Jorge 40′, capo del bloque norte de las Autodefensa Unidas de Colombia, y por Arnulfo Sánchez alias ‘Pablo’, jefe del Frente Contrainsurgente Wayúu (FCW), con apoyo de José María Barros Ipuana alias ‘Chema Bala’, integrante del pueblo wayuu.
Telemina cuenta que han recibido todo tipo de intimidaciones, desde amenazas, hasta atentados, pasando por hostigamientos. ¨ Inclusive por parte de instituciones del gobierno hemos recibido persecución política y calumnias por parte de ellos¨.
¨A pesar de los riesgos, hemos estado en las audiencias tanto de procesos de la justicia ordinaria, como en las versiones libres de la ley de justicia y paz, (de los procesos que le siguen a) ‘Jorge 40’, ‘Pedro 16’, ‘Pablo’, Chema Bala’, y ‘Adrian Bernier’, entre otros.
Telemina reconoce que ¨es normal sentir miedo¨, pero señala que ¨al mismo tiempo todas esas persecuciones nos dan fortaleza para seguir adelante. Nosotras estamos en la búsqueda de la verdad y de la justicia, seguimos buscando que se revele el lugar donde están las desaparecidas y que se sepa qué pasó con ellas, y así mostrarles a todos lo que ocurrió en Bahía Portete. Y otra razón de nuestra lucha –no menos importante- es el retorno de nuestra comunidad al territorio¨, declara enfáticamente.
La mayoría de los desplazados a Venezuela ya regresaron a Colombia, pero no a Bahía Portete, pues aún merodean por allí los victimarios o sus lugartenientes. De hecho unas pintadas que hicieron los paramilitares en los muros ilustrando el abuso sexual a las wayuu, aparecen retocadas de tanto en tanto. Para que retornen los pobladores de Bahía Portete a su territorio ¨se necesita la voluntad del gobierno, que asuma su responsabilidad y que le den garantías (de seguridad) a nuestra comunidad¨, afirma Telemina.
A fin de revelar la verdad de los ataques, las familiares permitieron que se les practicara exámenes forenses a las víctimas, ¨aún a costa de nuestras tradiciones¨. Además ¨hemos demostrado fortaleza, prudencia y valor al momento de enfrentar a los victimarios como en el episodio reciente, cuando alias ‘Pedro 16’ estuvo en nuestro territorio buscando a las desaparecidas, quien fue respetado en su dignidad y en ningún momento fue agredido ni tocado por alguno de nuestros hombres¨.
Cuándo se le pregunta a Telemina, qué tan cerca está de que se haga justicia, ella no se aventura a vaticinar plazos. ¨Lo único que podemos decir es que las liderezas y líderes de la comunidad han emprendido una lucha y trabajo importante en búsqueda de la justicia y se ha logrado mucho, aunque todavía falta. Entre los logros es que haya dos personas condenadas – José María Barros Ipuana y su sobrino Adrian Agustín Bernier Barros- así como la captura de alias ‘Pablo’, y que a ‘Jorge 40´ se le imputaran cargos¨. Este último fue extraditado a Estados Unidos.
La mayoría de las víctimas mortales de esta masacre fueron mujeres y también lo son la mayor parte de quienes están en la búsqueda de la verdad y la justicia, y más aún, de la construcción de la paz. ¨La paz para nosotras es todo –manifiesta Telemina- Es algo que no se puede describir. Algo claro es que nosotras las mujeres somos símbolos de paz, es una forma de decir lo que es paz y día a día luchamos por ella¨.
Por: Ángela Castellanos Aranguren
Periodista invitada
Al acercarnos a Riohacha, la capital de la provincia de la Guajira, me comuniqué telefónicamente con Débora Barros Fince, la coordinadora de la organización Mujeres Tejiendo Paz, quien me respondió desde el hospital donde acababa de dar a luz. Con ella se encontraban sus compañeras del grupo, entre ellas Telemina Barros Fince, encargada del tema de género, y Betty Granadillo.
Las mujeres wayuu son tejedoras en sentido simbólico y material. Es alrededor de ellas que este pueblo indígena teje las relaciones grupales, su línea de descendencia y la pertenencia a un clan. También son diestras tejedoras de chinchorros y mochilas, patrimonio material y motivo de prestigio wayuu. Pero fue en abril de 2004 cuando se dieron a otro tejido, uno más complejo y más riesgoso: el tejido de la paz.
La génesis de Mujeres tejiendo Paz
Inmediatamente me puse en marcha para encontrarme con Telemina y Betty. Caminando por el paseo que corre paralelo al mar Caribe me crucé con muchas mujeres wayuu, algunas luciendo la tradicional manta o wayuusheín y otras vistiendo a la usanza occidental, pero todas orgullosas de ser mujeres, como quiera que son ellas quienes en no pocas oportunidades han representado al pueblo wayuu.
Telemina, una mujer de unos 35 años, tiene tanto de belleza como de coraje. Ella hizo parte de las mujeres que enterraron a las víctimas de la masacre de Bahía Portete (Alta Guajira), perpetrada el 18 de abril de 2004 por paramilitares, y luego lideró el grupo que fue al tribunal de Barranquilla a preguntarle cara a cara al jefe paramilitar ‘Jorge 40’ por esos asesinatos, pese a las amenazas que existían contra su vida.
En efecto, el 18 de abril de 2004, cerca de 600 mil habitantes de Bahía Portete se levantarían con la luz del sol, pero una hora después, la oscuridad ensombrecería sus vidas para siempre. Hacia las siete de la mañana, un grupo de paramilitares autodenominados Frente Contrainsurgencia Wayuu, del bloque norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, con apoyo de integrantes del batallón de Cartagena del Ejército Nacional y de algunos miembros de la etnia wayuu, perpetraron acciones brutales que concluyeron con el asesinato de Rosa Fince Uriana, Margoth Epinayú y Rubén Epinayú; y la desaparición de Diana Fince Uriana y Reina Fince Pushaina. Además fue encontrado un cuerpo calcinado. Como consecuencia, prácticamente todos sus pobladores huyeron hacia Venezuela a buscar refugio con sus hermanos de raza.
Sin embargo, cuando se produjo la masacre ni los medios de comunicación la registraron, sólo lo hicieron semanas después. Estos hechos habrían quedado en el olvido y la impunidad si no fuera por la valentía de las mujeres wayuu.
Y es que las hermanas Débora y Telemina, luego de secar las lágrimas por la pérdida de sus familiares, se agruparon con otras mujeres para crear la organización Mujeres Tejiendo Paz, o Wayuu Munsurat, donde la lana de chivo viene siendo la revelación de la verdad y el telar, la unión con otras mujeres.
¨La organización Wayuu Munsurat ha venido realizado un trabajo de visibilizar la violación de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos indígenas, no ha sido fácil estar en los diferentes escenarios por lo que siempre existe mucho riesgo¨, explica Telemina, cuyo espíritu ha resistido esta calamidad sin dejar huellas de dolor en su rostro, ni rastro de temor en su actitud.
¨En 2009 nos convertimos en una de las fundadoras de la organización binacional de mujeres wayuu, con el fin de seguir trabajando más unidas con las integrantes del pueblo wayuu en el territorio de la Guajira venezolana y así seguir difundiendo nuestros derechos y luchando por ellos¨, agrega Betty, una joven y decidida wayuu.
La masacre no se quedó en el olvido y tampoco en la impunidad. De hecho, ya fue objeto de investigación por parte del grupo de memoria histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, y en el ámbito judicial hay dos victimarios condenados y otros enfrentando procesos.
Crónica de una masacre anunciada
La presencia de los paramilitares en la zona y su interés por controlar el puerto de Bahía Portete- ruta del narcotráfico y el contrabando-, no eran desconocidos. Por el contrario, estas pretensiones habían suscitado el rechazo de algunos sectores de la comunidad wayuu, en particular de la Asociación Indígena de Autoridades Tradicionales de Bahía Portete, de la cual Margoth Fince era líder.
Su hijo, Vicente Gutiérrez, contó a un medio de comunicación que él sabía que venían los paramilitares y que le advirtió a su madre, pero que ella –de 70 años- le dijo que era más importante que se salvaran los jóvenes.
Tres días antes de la masacre, Débora Barros Fince, quien se desempañaba como inspectora de Policía de Uribia –la capital wayuu- advirtiendo la amenaza paramilitar, avisó a las Fuerzas Armadas sobre el inminente peligro. No obstante, no recibió apoyo.
El informe de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación asegura que hubo negligencia institucional. Además indica que los paramilitares llegaron en dos carros, uno particular y otro del Ejército Nacional; y que la víspera de la masacre, un sargento del Batallón Cartagena transportó al grupo de paramilitares hasta la ranchería de José María Barros, alias ‘Chema Bala’, en la Alta Guajira.
¨La masacre de Bahía Portete: Mujeres en la Mira¨, como se titula el informe de dicha Comisión, no sólo reconstruye los hechos del 18 de abril ¨cuando paramilitares torturan y asesinan a por lo menos seis personas, cuatro de ellas mujeres, profanan el cementerio, saquean y queman varias casas, generando el desplazamiento forzado de 600 indígenas wayuu¨, sino que también da cuenta de las múltiples formas de agresión sexual contra las mujeres.
“Rompieron la ley indígena de que en una disputa las mujeres wayuu no se tocan. Y es que tocar violentamente a una mujer, si bien no la matan físicamente, sí la matan por dentro”, comentó Betty.
La brutalidad de las torturas y de la violencia sexual ejercida es evidencia de que los paramilitares buscaban amedrentar a las mujeres liderezas, herir el honor de los hombres wayuu y sembrar el terror en toda la comunidad.
Miedo si suscitó, pero las mujeres no se amilanaron.
Accediendo a la justicia
El informe de la Comisión estableció que la masacre fue planeada y coordinada por Rodrigo Tovar Pupo alias ‘Jorge 40′, capo del bloque norte de las Autodefensa Unidas de Colombia, y por Arnulfo Sánchez alias ‘Pablo’, jefe del Frente Contrainsurgente Wayúu (FCW), con apoyo de José María Barros Ipuana alias ‘Chema Bala’, integrante del pueblo wayuu.
Telemina cuenta que han recibido todo tipo de intimidaciones, desde amenazas, hasta atentados, pasando por hostigamientos. ¨ Inclusive por parte de instituciones del gobierno hemos recibido persecución política y calumnias por parte de ellos¨.
¨A pesar de los riesgos, hemos estado en las audiencias tanto de procesos de la justicia ordinaria, como en las versiones libres de la ley de justicia y paz, (de los procesos que le siguen a) ‘Jorge 40’, ‘Pedro 16’, ‘Pablo’, Chema Bala’, y ‘Adrian Bernier’, entre otros.
Telemina reconoce que ¨es normal sentir miedo¨, pero señala que ¨al mismo tiempo todas esas persecuciones nos dan fortaleza para seguir adelante. Nosotras estamos en la búsqueda de la verdad y de la justicia, seguimos buscando que se revele el lugar donde están las desaparecidas y que se sepa qué pasó con ellas, y así mostrarles a todos lo que ocurrió en Bahía Portete. Y otra razón de nuestra lucha –no menos importante- es el retorno de nuestra comunidad al territorio¨, declara enfáticamente.
La mayoría de los desplazados a Venezuela ya regresaron a Colombia, pero no a Bahía Portete, pues aún merodean por allí los victimarios o sus lugartenientes. De hecho unas pintadas que hicieron los paramilitares en los muros ilustrando el abuso sexual a las wayuu, aparecen retocadas de tanto en tanto. Para que retornen los pobladores de Bahía Portete a su territorio ¨se necesita la voluntad del gobierno, que asuma su responsabilidad y que le den garantías (de seguridad) a nuestra comunidad¨, afirma Telemina.
A fin de revelar la verdad de los ataques, las familiares permitieron que se les practicara exámenes forenses a las víctimas, ¨aún a costa de nuestras tradiciones¨. Además ¨hemos demostrado fortaleza, prudencia y valor al momento de enfrentar a los victimarios como en el episodio reciente, cuando alias ‘Pedro 16’ estuvo en nuestro territorio buscando a las desaparecidas, quien fue respetado en su dignidad y en ningún momento fue agredido ni tocado por alguno de nuestros hombres¨.
Cuándo se le pregunta a Telemina, qué tan cerca está de que se haga justicia, ella no se aventura a vaticinar plazos. ¨Lo único que podemos decir es que las liderezas y líderes de la comunidad han emprendido una lucha y trabajo importante en búsqueda de la justicia y se ha logrado mucho, aunque todavía falta. Entre los logros es que haya dos personas condenadas – José María Barros Ipuana y su sobrino Adrian Agustín Bernier Barros- así como la captura de alias ‘Pablo’, y que a ‘Jorge 40´ se le imputaran cargos¨. Este último fue extraditado a Estados Unidos.
La mayoría de las víctimas mortales de esta masacre fueron mujeres y también lo son la mayor parte de quienes están en la búsqueda de la verdad y la justicia, y más aún, de la construcción de la paz. ¨La paz para nosotras es todo –manifiesta Telemina- Es algo que no se puede describir. Algo claro es que nosotras las mujeres somos símbolos de paz, es una forma de decir lo que es paz y día a día luchamos por ella¨.
Por: Ángela Castellanos Aranguren
Periodista invitada
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